jueves, 29 de octubre de 2009

I gotta feeling.

Me desperté a las once, con el despertador. Miré por la ventana y pude ver el bullicio habitual de un sábado, la gente que trabaja entremezclándose con la que tiene el día libre. Me encantaba vivir aquí, poder salir a la terraza con mi pantalón de chándal y mi camiseta, y observarlos sin que lo supieran. Me aparté de la terraza y he hice la cama, ordenando un poco la habitación, para después irme a desayunar. Cuando estaba a punto de coger el cartón de leche, llamaron a mi timbre. Al salir solo vi un ramo de flores y una nota.
“Te atreves a dejarme colar en tu vida enana?”
Salí al pasillo para buscarte, pero no te vi, asique me di media vuelta para entrar en casa, cuando de repente sentí tus manos impidiéndome ver.
- Tienes ya una respuesta?
- Tú que te crees?
Y me destapaste los ojos y me besaste lentamente mientras me abrazabas. Entramos en mi casa sin dejar de besarnos, como si el mundo se acabara. Las flores se quedaron tiradas en algún pequeño rincón mientras yo te conducía a mi habitación. Te quité la camiseta lentamente, viéndote con los ojos cerrados, la respiración agitada y tu perfecta sonrisa. Tú me recorrías lentamente la espalda con tus dedos, provocándome escalofríos a todo momento. Tu mano llegó hasta mi trasero y me acercaste a ti apretando fuerte, recorriendo mi cuello con tus labios. Me quité la camisa y te sonreí, mientras mis manos bajaban a tu cinturón y te lo desabrochaba. Te fui bajando el pantalón con tu ayuda, hasta que te quedaste en bóxer. Me echaste encima de la cama y me sacaste el pantalón sin dejar de sonreír. Te pusiste encima de mía y comenzaste a acariciarme lentamente, llegando a mi espalda, para desabrocharme el broche del sujetador y tirarlo al suelo sin fijarte donde, y después comenzaste a besar lentamente mi cuerpo, de la cabeza a los pies, y en un momento, me desnudaste por completo, haciendo tú lo mismo. Me estiré y cogí un condón de la mesita, y me apuré a ponértelo, y entraste en mi tan rápidamente que tuve que cerrar los ojos y morderme el labio para no gritar de placer. Te quedaste quieto con tus manos en mi trasero impidiendo que me moviera.
- Abre los ojos Natalia.
Los abrí y vi tu cara sonriente, con los ojos brillantes. Te moviste lentamente hacia atrás, provocándome un escalofrío y un gemido, pero continué mirándote fijamente.
- Te amo pequeña. Joder, como te amo.
Y empezaste a moverte sin pausa, apurando más cada vez, haciendo que de mi boca salieran miles de gemidos. Y de repente, sentí tu mano en donde estábamos unidos, acariciándome lentamente, y me dejé llevar por el éxtasis, uniéndote tu momentos después. Nos quedamos acostados entre las sábanas, tú con tus manos en mi cintura, las mías en tu cuello, y nuestras piernas entrelazadas.
- No sé como decírtelo Álex.
- Lo que?
- Que te quiero, para que suene tan especial como cuando me lo has dicho tu.
- Ya lo acabas de hacer.
- Pero no ha sido especial.
- Todo lo que tú hagas, o digas, será especial para mi pequeña.
Y me besaste suavemente, recorriendo mis labios con los tuyos como un simple roce.
Nos pasamos media mañana en la cama, entre susurros, caricias y sonrisas hasta que te levantaste, te vestiste, y caminaste hasta la cocina con una sonrisa picarona. Me vestí con lo primero que encontré en el armario y fui a mirar que hacías. Y allí estabas preparándome un café con las flores que habían quedado olvidadas colocadas encima de la mesa.
- Desayuno a media mañana y paseo por la ciudad, que dices?
- Si quiero! – te contesté entre risas.
- Oh, soy el hombre más feliz del mundo.
Y entre bromas, nos preparamos para salir, apagué las luces, y entramos en el ascensor.

jueves, 22 de octubre de 2009

I gotta feeling.

- Si, venga, dos días en su casa y no habéis echo nada? Pero por favor Naty, que tienes en la cabeza? Tíratelo ya!
- Sophie, cállate!
Todo el mundo nos miraba, ya que ella era incapaz de hablar como la gente normal, y parecía que tenía un megáfono incluido de serie.
- Pero tía, es que tengo razón, lo vuestro es muy rarito eh?
- Haber, tampoco sé si tenemos algo…
- Pero bueno! Llevas dos días seguidos en su casa, tres y medio si contamos el otro día. Eso es por algo tonta, no porque a él le guste lo bonita que quedas como lámpara.
- Pero serás idiota!
Y nos comenzamos a reír a carcajadas, sin importarnos estar rodeadas de gente.
- Bueno, bueno, hablemos de otra cosa. – le dije – al final como vas a hacer con el curso?
- Pues no sé. Creo que repetiré en vez de dejarlo, porque al fin y al cabo, no voy a sacar cinco en segundo de bachiller, asique repetiré, me prepararé bien, y ya decidiré lo que voy a hacer.
- Como no vas a sacarlas? Tienes dos meses para estudiar a fondo y pirarte del instituto, aprovéchalos!
- Lo intentaré, pero bueno, por si acaso ya me hago a la idea. Y tú qué vas a hacer con tu primer verano libre sin estudios?
- Disfrutar, y no hacer absolutamente nada…
- En casa de Álex no? O en la tuya?
Y otra vez llenamos el bar con nuestras risas tontas, como las adolescentes que estábamos dejando de ser. Se avecinaban grandes cambios, como las separaciones de tus compañeros de clase y los nervios por comenzar algo nuevo donde nadie te conoce. Dios, como iba a echar de menos a Sophie en su vida día a día.
Las horas siguieron pasando mientras las dos nos íbamos de compras y cenábamos en un burger. Al acabar el día, llegué muerta a casa, pero aún seguía sonriendo por las tonterías de Sophie.
Puse las bolsas en la cama, encendí el portátil, y recogí la ropa nueva. Me duché, me puse el pijama, y, cogiendo el portátil, me senté en la cama. Miré el msn, pero no, tu no estabas conectado, sin embargo tenía un correo tuyo en la bandeja de entrada.
“Un día sin tenerte al lado y te extraño en casa. Pronto te veré, tenlo seguro. Buenas noches, y que sueñes con cosas tan bonitas como tu enana. Un beso.”
“Álex! Yo también te he echado de menos. Y ahora tendré que soñar contigo, ya que eres lo más bonito que puedo conocer. Muchas ganas de verte. Kiss!
Y, apagando el portátil, me dispuse a soñar con una vida eterna. A tu lado.

viernes, 9 de octubre de 2009

I gotta feeling.

Estábamos recogiendo los platos cuando comenzó a sonar mi móvil. Asique corrí a cogerlo del bolsillo de mi pantalón que estaba guardado en el armario. Tal cual lo cogí vi que era Sophie, mi mejor amiga.
- Honey honey!
- Por fin, la señorita desaparecida ha dado una señal de c¡vida! Donde te has metido tía? Llevo desde el lunes sin saber nada de ti, y he ido hoy a tu casa y no estás.
- Ai tía, ya te contaré! Que estoy en casa de Álex.
- El chico de la bebida de la discoteca? Ai dios, cuéntamelo ya, por favor!
- Jajá, quedamos un día y te lo cuento vale?
- Mañana, mañana, mañana!
- Bueno vale, y le quitas a Álex el agobio de tenerme en su casa otro día más.
Y le escuché reírse mientras continuaba guardándolo todo. Continué hablando con Sophie un rato más mientras sentía como me mirabas sonriendo apoyado en la puerta de la terraza. Cuando colgué, te acercaste a mí.
- Asique esa chica va a secuestrarte no?
- Pagarás después el rescate?
- Créeme, lo pagaría todo con tal de tenerte al lado enana.
Y me diste un pequeño beso.
- Venga, vístete y nos vamos de paseo, tenemos que aprovechar la tarde y después te dejo en casa a las doce como a Cenicienta.
Asique nos vestimos y salimos a la calle. Comenzamos a caminar sin rumbo solamente por el placer de caminar. Al cabo de un rato aparecimos en el parque, donde había un puesto de helados con muy buena pinta. Nos acercamos a él y comenzaste a mirar los sabores.
- Me puedes dar uno grande de mora y pistacho y otro de…?
- Tarta de queso y frambuesa?
Y nos adentramos en el parque comiendo nuestros helados gigantes. Encontramos una zona muy tranquila con un tronco cortado en donde nos sentamos. Tú le diste un lametazo a tu helado y me besaste, volviéndome loca con la mezcla de sabores. Comenzamos a hacer el tonto y acabamos perdidos de helado, como si fuéramos niños pequeños y no adultos de veinte años.
- Espera enana, que te limpio.
Y comenzaste a darme besitos por toda la cara, haciéndome pequeñas cosquillas. Al final cogiste un pañuelo y me limpiaste lentamente sin dejar de sonreír. Nos levantamos y seguimos caminando por el parque como un par de enamorados, cogidos de la mano.
Cuando comenzó a anochecer, fuimos caminando lentamente hacia mi casa, yo acurrucada en tu chaqueta que me habías dejado cuando comencé a temblar del frío.
- Ya tengo que dejarte marchar enana.
- Bueno, no creo que tardemos mucho en vernos verdad? Esta vez mi casa, o seguiré de ocupa en la tuya?
- Ya veremos, no vamos a hacer planes, vamos a dejar que todo surja. Quién sabe? Tal vez aparezco aquí sin avisarte. No, quédatela –me dijiste cuando comencé a quitarte tu chaqueta- quiero que te la quedes y así poder tener más escusas para volver a verte.
Y me besaste suavemente, acercando con tus manos en mi cintura tu cuerpo al mío.
- Venga enana, que duermas bien. Te echaré de menos a mi lado esta noche y las siguientes que pase sin ti.
Otro beso, un poco más duradero que el anterior. Me soltaste, sonreíste, y te diste media vuelta para irte caminando lentamente. Subía casa, recogí un poco todo, y me fui al dormitorio. Me metí en cama con tu chaqueta, para intentar simular que estabas a mi lado. Recordaba cada momento de estos dos días, y, sobre todo, la expresión de tu cara cada vez que me mirabas. Miré hacia la ventana que había dejado abierta como cada noche y, pensando en que tú también estarías mirando las estrellas, cerré los ojos, visualicé tu imagen, y me permití dormir para soñar contigo.

jueves, 8 de octubre de 2009

I gotta feeling.

Abrí los ojos debido a la claridad del sol. Estaba abrazada a tu cintura, con mis piernas entrelazadas en las tuyas y utilizando tu pecho como almohada. No me moví por miedo a despertarte, quería que siguieras descansando, pero, de repente sentí tu mano recorriendo mi costado provocándome escalofríos. Te di un beso en el pecho y levanté la mirada.
- Good morning sunshine.
- Bueno días pequeño, llevas mucho rato despierto?
- Un poquillo, cada vez que respirabas me hacías cosquillitas, asique no podía dormir.
- Oh. Lo siento…
- No lo sientas, me encanta verte dormir, ya te lo he dicho.
Y te moviste, atrapando mis labios son los tuyos en un beso.
- Mmm, que rica estás recién levantada enana.
Y esta vez te besé yo, acercándome más a ti hasta terminar encima de ti con mi cuerpo completamente pegado al tuyo. Saboreé todo lo que pude tu boca, recorriendo tus labios con mi lengua mientras tu me acariciasbas suavemente la espalda.
- Me encantas enana. Y como sigamos así, no te dejaré marchar nunca de aquí.
- Puede ser que yo me deje secuestrar por ti, lo sabes?
Me sonreíste y me volviste a besar antes de levantarte conmigo en brazos y dejarme junto a la terraza.
- Espera aquí, voy a por algo de comer.
Y me quedé mirando la ciudad, como todo el mundo acudía a su trabajo y los niños disfrutaban, como nosotros, de sus recién estrenadas vacaciones de verano. Apoyada en la barandilla me sentía gigante comparada con el resto del mundo. Te sentí detrás de mí pero seguía tan fascinada por la visión que no podía dejar de mirarla. Y me abrazaste por detrás, apoyando tu cabeza en mi hombro, mejilla contra mejilla.
- Que pasa Naty? Estás muy pensativa.
- Me siento enorme. Y rara. Todo el mundo tiene un plan, algo inmediato que hacer, y yo, aquí, con el único plan de seguir mirándote sin parar, como si el tiempo se hubiera parado en este edificio y nada importara salvo tu y yo.
- Enana, este verano, si tu me dejas, voy a hacer que te sientas así. Quiero que ocupes todos los planes que yo pueda tener. Y después, ya veremos lo que pasa.
Me hiciste darme la vuelta y me besaste con ganas, como si el mundo estuviera a punto de acabarse. Sentía la barandilla presionando en mi espalda, el aire corriendo por mi nuca a través del pelo, y tus manos colocadas en mi cintura. Al cabo de un rato te separaste de mi con la respiración tan disparada como la mía y los labios un pelín hinchados. Me sonreíste, me cojiste de la mano, y nos fuimos a comer.

miércoles, 7 de octubre de 2009

I gotta feeling.

Eran las cinco de la madrugada y seguíamos en la terraza. Tu sentado y yo, con las piernas sobre las tuyas y acurrucada en tus brazos.
- Sabes? Creo que nos estamos volviendo nocturnos.
- Puede ser. –me respondiste- pero si por mi fuera no dormiría nunca con tal de poder mirarte para siempre.
- Mira que eres ñoño eh. –te sonreí- pero deberías dormir. Venga, vete para cama, que yo estaré aquí y prometo no escaparme.
- Duerme conmigo Nati.
- No creo que sea buena idea Álex, yo…
- Eh enana, solo es dormir, nada más. Quiero levantarme mañana y que tu cara sea lo primero que vea. No estoy pidiendo nada más, y sobre todo, no quiero que pienses que solo te he traído aquí para acostarme contigo.
- Pero no tengo ni pijama ni nada.
- Espera, ven.
Nos levantamos y te seguí hasta el armario, de donde cogiste un par de pantalones de chándal y una camiseta.
- Mira, este pantalón y esta camiseta creo que te servirán. Pruébatelas, que no voy a mirar.
Y te diste la vuelta. Me desvestí rápidamente y apuré a ponerme la ropa.
- Ya, ya puedes mirar.
- Ya sabía yo que te sentarían bien. Te importa que yo duerma sin camiseta? Si te importa me pongo una, pero normalmente no la uso.
- Y perderme esa vista? Por favor, te obligo a dormir sin ella.
- Está bien, pues date la vuelta.
Y entre risas me giré para que te vistieras. En un momento me abrazaste por detrás y me diste un beso en el cuello.
- Venga, a la cama enana.
Me quedé sin palabras al verte. Y cuando avanzaste hacia la cama me fijé en una cicatriz que recorría tu costado. Te tumbaste en la cama y me hiciste señas para que yo también fuera. Me tumbé a tu lado, y con la yema de los dedos recorrí los cuadraditos que se marcaban en tu estómago. En un momento dado, recorrí suavemente la cicatriz.
- Puedo preguntarte sobre ella?
Te miré y estabas mirando hacia el techo, a un grupo de estrellas que se veía. Seguiste en silencio durante unos minutos, y, cuando pensé que no me responderías, comenzaste a hablar casi en susurros.
- Fue con el cristal de una puerta. De una parecida a estos ventanales. Tenía nueve años, y vivía con mi padre. Él era muy violento, aunque nunca me llegó a pegar. Solo gritaba, y, ocasionalmente, un empujón contra algo, que eran las únicas heridas que podía llegar a tener. Ese día volví del colegio con un corte en una mejilla que me había echo al defender a mi entonces mejor amigo en una pelea. Tal cual entré en casa, él comenzó a gritarme. El olor a alcohol era muy fuerte. Sigió gritando fuera de control, y me empujó contra la puerta de cristal que daba al jardín. No me pasó nada, me levanté y me dispuse a subir a mi cuarto para que no me pudiera seguir gritando, pero me cogió y me volvío a empujar. Tropecé, y me fui contra la puerta otra vez. Todavía quedaban cristales colgando, y uno se me clavó en el costado. Comencé a sangrar y me desmayé. Cuando desperté, había pasado una semana y no sabían nada de él. La vecina lo había visto cubierto de sangre marchándose de casa, y fue ella quien me encontró desangrándome en casa. Me pasé otro mes en el hospital, pasando operación tras operación. Mi padre había desaparecido por completo, y él era la única familia que tenía. Asique me pasé un par de años de familia en familia hasta que apareció Isa. Estuve dos semanas en su casa, y decidió adoptarme. Fue como la madre que nunca había conocido, y me permitió tener un buen futuro. Y hace año y medio, murió en un accidente. Ella me dejó todo esto, y este era nuestro lugar preferido, para venir a soñar.
Sin saber que decirte, te abracé fuerte y te besé suavemente. Colocaste tu mano en mi cintura y nos quedamos mirando las estrellas en silencio. Cuando tu respiración se ralentizó y estuve segura de que dormías, me permití cerrar los ojos.

I gotta feeling.

Llegué al portal de tu casa empapada, ya que había comenzado a llover a cántaros. Aproveché que una señora estaba saliendo para entrar sin llamarte y poder sorprenderte. Subí en el ascensor y me miré al espejo. El jersey estaba bastante mojado, y mi pelo ya estaba otra vez rizado. Se abrió el ascensor, salí y caminé hasta tu puerta, donde timbré llena de inseguridades. Habría hecho bien en venir?
- Enana, has venido. – dijiste mientras abrías la puerta y sonreías sin parar
- Es que creo que le he cogido cariño a la secadora de tu casa. – bromeé.
Me cojiste de la mano, me llevaste al salón y me tendiste la misma manta del otro día. Sonriendo, me quité el jersey y me acurruqué en ella.
- Mmm, definitivamente también echaba de menos tu manta. Oh, estabas viendo una peli?
- Si, el Club de la Lucha, quieres verla conmigo?
- Pues claro! Brad Pitt sin camiseta, se me cae la baba.
Te sentaste a mi lado, poniendo el brazo a mi alrededor y acercándome a ti. Al final terminé con la espalda apoyada en ti, y tu mano acariciando mi brazo suavemente. Y cerré los ojos…

Me desperté aturdida, y al abrir los ojos me encontré con tu mirada y tu sonrisa.
- Has dormido bien enana?
- Oh dios, lo siento, no sé como me he quedado dormida.
- Me gusta verte dormir, ronroneas como un gatito.
Me sonrojé y tu te reíste, y me acariciaste la mejilla con la yema de tu dedo. Balaste lentamente la cabeza hasta besarme. Un simple roce de tus labios con los míos, y te levantaste.
- Venga, te apetece comer algo?
- Mmm, siento que me estoy aprovechando de ti en tu propia casa.
- Enana, no sé quien se puede aprovechar más.
Y nos echamos a reír mientras caminábamos a la cocina. Ya estaba la mesa puesta, con unos suculentos platos de espaguetis con boloñesa.
- Me vas a malacostumbrar y después no saldré de tu casa.
- Hay algún problema en eso?
Joder, que sonrisa. Ahí me quedé hechizada mirándote mientras te sentabas enfrente mía. Comenzamos a comer al mismo tiempo que compartíamos bromas. Cuando terminamos, te ayudé a recoger, me diste mi jersey, que ya estaba seco, y me cogiste de la mano sin decirme a donde íbamos. Salimos al pasillo, cerraste la puerta, y de repente ya no vi nada, una venda tapaba mis ojos.
- Álex?
- Estoy aquí enana. Solo quiero llevarte a un sitio, no temas.
Me colocaste las manos en la cintura y comenzamos a andar lentamente. Al cabo de un momento, me hiciste parar, sentí abrir una puerta y me quitaste la venda. Estábamos en la puerta de un piso lleno de luz. Entré y todo eran ventanales, incluso en el techo, la mayoría eran grandes cristaleras desde donde se podía ver el cielo azul. Se podía ver toda la cuidad desde aquel piso.
- Es tuyo? –te pregunté.
- Si, quería enseñártelo, es mi pequeño lugar para desconectar.
Me fijé en los muebles. Una sencilla cama grande entre dos de los ventanales, con un par de muebles cerca, un armario empotrado en la pared de enfrente, y una nevera pequeña. Todo muy simple, pero acorde. Fuiste hacia un ventanal, lo abriste y te giraste hacia mi, invitándome a ir hacia ti. Me acerqué y pude ver una pequeña terraza acristalada con un pequeño sofá en una de sus esquinas. Nos sentamos, me abrazaste y comenzamos a hablar otra vez. Parecía que teníamos que contarnos todo, sin perder detalle de la vida del otro mientras veíamos atardecer. Y así hasta las tantas de la madrugada, viendo las estrellas y hablando en susurros.

lunes, 5 de octubre de 2009

I gotta feeling.


Una y media de la madrugada, en la nueva disco de la ciudad, y sonando la última canción de Black Eyed Peas, I gotta feeling. Si, ya hacía que no me sentía igual. Había salido con la intención de comerme el mundo y disfrutar. Y esa canción era la exacta. Porque tenía un presentimiento de que algo iba a pasar pronto. Y, de repente, sentí algo frío correr por mi costado. Miré y estaba empapada. Me di la vuelta y allí estabas tú, con cara de arrepentimiento y sorpresa.
-          Joder! Lo siento tía, me empujaron y no pude…
-          Bueno, si, genial, haber si miras por donde caminas. –contesté borde.
-          Lo siento, de verdad. Escucha, vivo aquí enfrente, te vienes, secamos la ropa en un plis, y vuelves. Es lo menos que puedo hacer por ti.
Genial, la primera vez que un desconocido me invitaba a su casa, y era para secar ropa. La noche ya se me había jodido, asique acepté, aunque de mala gana. Salimos de la discoteca y cruzamos la calle, y te acercaste al portal para abrirlo. Pulsaste en silencio el botón del ascensor y subimos al quinto. Al entrar en tu piso me sentí cómoda, era bonito y ordenado.
-          Por aquí, eh…
-          Natalia, me llamo Natalia.
-          Vale, yo soy Álex, perdón por no haberme presentado antes.
Te seguí hasta la que parecía tu habitación, donde cogiste una camiseta grande y una toalla, me las diste, y me señalaste el baño. Entré, me desvestí, y me puse la camiseta, que casi me llegaba a las rodillas. Al salir, escuché un tintineo de copas y caminé hasta lo que se suponía que era el salón.
-          Quieres algo de beber? No sé, como aún tenemos para un rato… -te giraste hacia mi- Guau, te queda mejor que a mi, enana.
Y me sonreíste. Viniste hacia mi, me cojiste la ropa y mediste una cocacola, y te fuiste, y, al rato escuché el ruído de la secadora en marcha. Me senté en el sofá y esperé. Volviste con una pequeña manta.
-          Por si tienes algo de frío.
Me acurruqué en ella, te sentaste a mi lado en el sofá y comenzamos a hablar. Y no sé que pasó, pero la noche pasó rápidamente mientras nos contábamos todo lo que se nos ocurría. Cuando miré el reloj eran ya las nueve de la mañana, y la boca se me abrió en un bostezo que fui incapaz de reprimir.
-          Que tarde! Tendré que irme Álex, haber si encuentro como volver a casa.
-          Tienes a alguien esperándote o planes para hoy?
-          No, porque?
-          Quédate. Yo no tengo nada que hacer hoy. Duermes un rato, y después, hacemos algo, y seguimos hablando. Que dices?
Y media hora después estaba acurrucada en las sábanas de tu cama, mientras tu arreglabas algo en tu cocina. Cuando desperté, cerca del mediodía, tenías en la mesilla un café en una bandeja. Apareciste en la puerta, me sonreíste, y me tomé el café mientras me hablabas. Y nos pasamos el día así. Hablando, tirados en tu sofá, y compartiendo muchas confidencias. Cuando se acercó la noche, me acompañaste caminando la media hora hasta llegar a mi portal, me diste dos besos y te fuiste sonriendo.

[…] Tres días después.

No había dejado de pensar en ti. Era extraño, pero te echaba de menos. De repente, mi ordenador me avisó de que me había llegado un correo a mi bandeja de entrada.
“Enana, no se tú, pero te echo de menos. Te hace otra noche en vela en mi sofá? Si, puede ser que sea muy directo, pero siento la necesidad de conocerte, de saberme de memoria tus rasgos y tus expresiones. Ya sabes cual es mi dirección, la decisión es tuya. Estaré todo el día esperando, y, si no apareces, me quedaré con las ganas de saber como habría podido ser esta historia.
Un beso enana.
Álex.”
Me vestí rápidamente y salí. Al cerrar el portal pasó un coche con la música a tope. “That´s tonight gonna be a good, good night.” Cruzo la calle sonriendo mientras pienso.
“Definitivamente, esta noche va a ser muy buena. Veamos a donde nos lleva el destino.”
http://www.youtube.com/watch?v=cMxASjxRk1w



El futuro.


Sonríes al verme. Te brillan los ojos. La sonrisa se puede sentir en todo el parque. Te levantas. Avanzas hacia mí. Me coges de la mano. Me miras fijamente. Y me besas. En ese momento, mi mundo da vueltas, mi cabeza solo piensa en ti, y mi corazón golpea tan fuerte en mi pecho que tengo miedo de perderlo. Te separas de mí y me llevas hacia el banco, donde coges tus cosas sin dejar de sonreír.
-A donde quieres que te lleve hoy? –Me preguntas como cada día.
-A nuestro futuro juntos, te parece bien?
En ese momento, me aprietas la mano y comienzas a andar, llevándome por un sendero desconocido. Siempre me sorprendes con tus ideas. Como aquella tarde en la que me llevaste al río y me retuviste en el borde con un precioso beso. O aquella tarde en la que me preparaste un pequeño picnic en el prado que se veía desde mi casa. Esta vez, como siempre, las mariposas de mi estómago no dejaban de bailar acompasadas con el ritmo rápido de mi corazón. En un momento, me sueltas, me pones tus cosas en mis manos, y te pones detrás de mí, tapándome los ojos.
- Shh, no preguntes pequeña, solo camina, que no dejaré que choques.
Y me das un beso en la mejilla. Contino andando, con la duda sobre que pasará, a donde me llevas. Y, me haces parar, me destapas los ojos, y te situas a mi lado. Puedo ver en el suelo, al lado de un viejo olivo, una cajita de colores con nuestros nombres escritos.

-Vamos a llegar a nuestro futuro de una manera especial, con una caja del tiempo. Dentro de exactamente cinco años, haya pasado lo que haya pasado, vendremos, la desenterraremos, y recordaremos este día y los anteriores.
Y nos sentamos en el suelo, comenzando a llenar esa caja de recuerdos escritos en pequeñas hojas de papel. El tiempo pasa entre risas, suspiros y besos. Al final, cuando la noche ya se acerca, cerramos la caja y la enterramos cerca de una raíz que creaba una pequeña cueva a ras de suelo. Me llevas a casa, todo el camino abrazándome con tu mano en mi cintura, sin dejar de mirarme. Y, al llegar a casa, me das un pequeño beso de buenas noches. Cuando subo a la habitación, una piedra choca contra mi cristal, y, cuando miro, me gritas un “Te amo” y te vas, dejándome con una sonrisa en la boca.

domingo, 4 de octubre de 2009

Siempre.

Llamaron fuerte a la puerta. Fui a abrir, con la certeza de que serías tú. Me lo decían mis sentidos, mi corazón. Al abrir pasó lo de siempre. Me quedé hechizada al ver tu cara, porque, a pesar de conocerme cada rincón de tu cuerpo de memoria, eso no le restaba fascinación. Te sonreí, y me dijiste:
- Que preciosa es mi pequeña.
Me abrazaste, y me besaste lentamente, con suavidad y ternura, dejándome saborear tu sabor.
- Y tu aquí? No se suponía que estarías en el médico?
- He salido pronto, no me han dicho mucha cosa, solo que tengo que volver.
Y tras esto, me volviste a besar. Más intensamente, y, cojiendome en brazos, cerraste la puerta con un pie, y me llevaste a la habitación, donde me hiciste el amor lentamente primero, y con furia después, dejándonos llevar por el deseo y los sentidos.

.


Y allí estaba ella, leyendo esa hoja de su diario, sintiendo que el mundo le caía encima. Con la ropa negra empapada, no de la lluvia, sino de las lágrimas que seguían saliendo de sus ojos a pesar de llevar ya días llorando. Rememoraba cada segundo de ese día, lo que había escrito, y lo que recordaba. Y a cada segundo, una nueva lágrima. Hasta que, en una de las ojos, pudo leer el más preciado recuerdo que él le había podido dejar, y sonrío. Entre lágrimas, y una sonrisa triste, pero, una sonrisa.

“No llores pequeña. Recuerda, y sonríe. Te amaré desde donde esté, y nada podrá cambiarlo. Disfruta, siente, sonríe, y ama. Y recuérdame como la persona que intentó compartir tu vida a tu lado mientras el destino nos dejó.”

Ellos.

Simplemente, estos momentos lo son todo. A pesar de todo lo que pueda pasar, las broncas, los reproches y las lágrimas que puedan existir, tengo que darte las gracias por este pequeño regalo. Siempre lo había soñado, y ahora no me lo creeré del todo hasta tenerlo conmigo. Gracias, por hacer que todo pueda tener un nuevo sentido en la vida. Gracias por crear vida, simplemente. No tengo más que decir, solo, que os quiero, y que gracias. Por ser vosotros, con defectos y virtudes, pero vosotros. Todo para mi.

viernes, 2 de octubre de 2009

Sin nada más que decir.

Siempre he sido una persona muy influenciable. Hasta tal vez tonta. Y también muy inocente, muy cría. Y, sin embargo, creo que he aguantado muchas cosas que nadie ha tenido que aguantar. Y siempre se ha esperado de mi que sonriera, me dejara llevar, y sobre todo, que cerrara la boca. Lo he hecho, durante toda mi vida he hecho exactamente eso, callarme la boca y bajar la cabeza. Y ahora, de algún modo, se me vuelve a pedir lo mismo. Ya quiero que todo se acabe. No es algo de lo que me guste hablar, es más, es el aspecto de mi vida que muy pocas veces he hablado. Pero, quiero escribir sobre ello, sacarlo de mi mente de alguna manera. Desde pequeña, he sido gordita, y claro, eso, en cualquier parte, trae muchos problemas. Porque? La gente no quiere aceptar algo diferente. Lo he pasado muy mal, y me han tratado muy mal por eso. Y, hace, bastante, unos tres años, era aún más inocente que ahora, la típica niña callada que no hace nada, y, jugaron mucho conmigo, se rieron mucho de mi. Ya no tanto por el físico, sino con todo lo que era yo. Me dejé hacer todo eso, podría haberlo sabido antes, no dejarme como una tonta, pero de alguna manera, no quise hacerlo, no quise ver que todo lo que yo pensaba no era más que una mierda. Cuando lo descubrí, me derrumbé. Porque no todo había sido culpa de quien jugó conmigo, también había sido mía, la mayoría, por dejarme. Y comencé a odiar todo, todo lo que tenía que ver conmigo, sobre todo, con mi físico, lo odié. Tardé mucho en poder mirarme a un puto espejo sin sacarme defectos y sin verme ojeras y los ojos rojos de tanto llorar. Y de ahí, conseguí una fortaleza que me sirvió para mucho, conseguí hacerme notar, dejar de ser tan tonta como era, aunque claro, no se cambia de todo, siempre sigues siendo como eras, a pesar de los “avances” que puedas hacer. Y bueno, ahora, todo es lo mismo. Me han pasado muchas cosas este año, otra vez he dejado que jugaran conmigo, me he ido arrastrando como algo que no vale nada detrás de muchas mentiras. Me he mentido a mi misma para no querer ver la verdad. Y, cuando por fin me quité la venda de los ojos, todo se me ha ido abajo. Me siento realmente mal, no consigo verle nada bueno a nada que hago. Y, cada vez que me digo “Lucha” me acuerdo de demasiadas cosas y no soy capaz de hacer nada. Vuelvo a no poder mirarme en un espejo a menos que sea para eliminar con maquillaje las ojeras y la mala cara que tengo. No puedo mirar mi cuerpo sin sacarme un millón de defectos distintos. Y todo porque? Porque he vuelto a perder la confianza que tanto había tardado en conseguir. Entonces, nadie me puede pedir que esté bien. Puedo sonreír, y hay cosas que me alegran, no estoy todo el día parada en casa rayándome, pero llega un momento en el que otra vez vuelvo a lo mismo. No sé como volver a cambiar todo, como voy a poder volver a mirarme en un espejo sin ver lo que veo, y no sé cómo voy a poder decir que estoy realmente bien. Simplemente, estoy mal. Aunque no consiga explicar realmente lo que me pasa. Necesito… tiempo, y mucho. Tiempo para pensar, para llorar, y para gritar. Necesito poner en orden todo, volver a saber quien soy, y volver a tener el amor propio del que tan orgullosa estaba. Estoy… hundida. Hasta lo más hondo, y sin remedio, y voy a tardar mucho en levantarme. Me siento una mierda, la autoestima se ha ido como el viento. En serio, estaba orgullosa de ser quien y como era, no tenía nada de lo que sentirme mal, y ahora, todo ha desaparecido. Me siento estúpida por dejar que me pasara esto. Odio llevar más de una semana con las lágrimas en los ojos, sin que salgan. Ya estoy completamente harta de ser así, de tener que esconderme de alguna manera para ser aceptada. Cansada ya de ayudar, de aguantar los problemas de la gente cuando yo misma no me puedo ayudar. No sé ni cómo comenzar a volver a ser como antes. Pero es así como estoy, y no me llego a entender a mí misma. Me gustaría ser y hacer tantas cosas… pero solo siento que nada va a salir bien. No sé expresar bien todo esto, solo sé que me duele estar así.

jueves, 1 de octubre de 2009

Amistad, Simple y directa.


Era invierno, y ya la nieve lo había cubierto todo. Y allí estaba ella, bajo la ventisca, dejando que el viento y la nieve le revolvieran el pelo y la balanceara con su fuerza. Lloraba silenciosamente, como un murmullo, con los ojos cerrados, para, tal vez, no ver la realidad. Y, sin tener nada que ver en la escena, me adentré en ese mundo en el que parecía estar, la abracé, y simplemente susurré:
- Porque cuando quieras llorar, aquí tendrás un hombro.





Existe un mundo paralelo, en el que todo parece distinto, se siente distinto, se sufre, se ama, se ríe y se llora también, pero es distinto. Un mundo que algún día acabará, sin remordimientos, pero un mundo en donde otras personas pueden colarse suavemente en nuestras vidas sin pausa. En ese mundo, está ella. Esa persona por la que ahora mismo lo daría todo para poder abrazar y llorar y reír juntas. Porque siempre, es siempre, por lo menos en nuestro caso. Te quiero. Y mucho.