viernes, 9 de octubre de 2009

I gotta feeling.

Estábamos recogiendo los platos cuando comenzó a sonar mi móvil. Asique corrí a cogerlo del bolsillo de mi pantalón que estaba guardado en el armario. Tal cual lo cogí vi que era Sophie, mi mejor amiga.
- Honey honey!
- Por fin, la señorita desaparecida ha dado una señal de c¡vida! Donde te has metido tía? Llevo desde el lunes sin saber nada de ti, y he ido hoy a tu casa y no estás.
- Ai tía, ya te contaré! Que estoy en casa de Álex.
- El chico de la bebida de la discoteca? Ai dios, cuéntamelo ya, por favor!
- Jajá, quedamos un día y te lo cuento vale?
- Mañana, mañana, mañana!
- Bueno vale, y le quitas a Álex el agobio de tenerme en su casa otro día más.
Y le escuché reírse mientras continuaba guardándolo todo. Continué hablando con Sophie un rato más mientras sentía como me mirabas sonriendo apoyado en la puerta de la terraza. Cuando colgué, te acercaste a mí.
- Asique esa chica va a secuestrarte no?
- Pagarás después el rescate?
- Créeme, lo pagaría todo con tal de tenerte al lado enana.
Y me diste un pequeño beso.
- Venga, vístete y nos vamos de paseo, tenemos que aprovechar la tarde y después te dejo en casa a las doce como a Cenicienta.
Asique nos vestimos y salimos a la calle. Comenzamos a caminar sin rumbo solamente por el placer de caminar. Al cabo de un rato aparecimos en el parque, donde había un puesto de helados con muy buena pinta. Nos acercamos a él y comenzaste a mirar los sabores.
- Me puedes dar uno grande de mora y pistacho y otro de…?
- Tarta de queso y frambuesa?
Y nos adentramos en el parque comiendo nuestros helados gigantes. Encontramos una zona muy tranquila con un tronco cortado en donde nos sentamos. Tú le diste un lametazo a tu helado y me besaste, volviéndome loca con la mezcla de sabores. Comenzamos a hacer el tonto y acabamos perdidos de helado, como si fuéramos niños pequeños y no adultos de veinte años.
- Espera enana, que te limpio.
Y comenzaste a darme besitos por toda la cara, haciéndome pequeñas cosquillas. Al final cogiste un pañuelo y me limpiaste lentamente sin dejar de sonreír. Nos levantamos y seguimos caminando por el parque como un par de enamorados, cogidos de la mano.
Cuando comenzó a anochecer, fuimos caminando lentamente hacia mi casa, yo acurrucada en tu chaqueta que me habías dejado cuando comencé a temblar del frío.
- Ya tengo que dejarte marchar enana.
- Bueno, no creo que tardemos mucho en vernos verdad? Esta vez mi casa, o seguiré de ocupa en la tuya?
- Ya veremos, no vamos a hacer planes, vamos a dejar que todo surja. Quién sabe? Tal vez aparezco aquí sin avisarte. No, quédatela –me dijiste cuando comencé a quitarte tu chaqueta- quiero que te la quedes y así poder tener más escusas para volver a verte.
Y me besaste suavemente, acercando con tus manos en mi cintura tu cuerpo al mío.
- Venga enana, que duermas bien. Te echaré de menos a mi lado esta noche y las siguientes que pase sin ti.
Otro beso, un poco más duradero que el anterior. Me soltaste, sonreíste, y te diste media vuelta para irte caminando lentamente. Subía casa, recogí un poco todo, y me fui al dormitorio. Me metí en cama con tu chaqueta, para intentar simular que estabas a mi lado. Recordaba cada momento de estos dos días, y, sobre todo, la expresión de tu cara cada vez que me mirabas. Miré hacia la ventana que había dejado abierta como cada noche y, pensando en que tú también estarías mirando las estrellas, cerré los ojos, visualicé tu imagen, y me permití dormir para soñar contigo.

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