jueves, 29 de octubre de 2009

I gotta feeling.

Me desperté a las once, con el despertador. Miré por la ventana y pude ver el bullicio habitual de un sábado, la gente que trabaja entremezclándose con la que tiene el día libre. Me encantaba vivir aquí, poder salir a la terraza con mi pantalón de chándal y mi camiseta, y observarlos sin que lo supieran. Me aparté de la terraza y he hice la cama, ordenando un poco la habitación, para después irme a desayunar. Cuando estaba a punto de coger el cartón de leche, llamaron a mi timbre. Al salir solo vi un ramo de flores y una nota.
“Te atreves a dejarme colar en tu vida enana?”
Salí al pasillo para buscarte, pero no te vi, asique me di media vuelta para entrar en casa, cuando de repente sentí tus manos impidiéndome ver.
- Tienes ya una respuesta?
- Tú que te crees?
Y me destapaste los ojos y me besaste lentamente mientras me abrazabas. Entramos en mi casa sin dejar de besarnos, como si el mundo se acabara. Las flores se quedaron tiradas en algún pequeño rincón mientras yo te conducía a mi habitación. Te quité la camiseta lentamente, viéndote con los ojos cerrados, la respiración agitada y tu perfecta sonrisa. Tú me recorrías lentamente la espalda con tus dedos, provocándome escalofríos a todo momento. Tu mano llegó hasta mi trasero y me acercaste a ti apretando fuerte, recorriendo mi cuello con tus labios. Me quité la camisa y te sonreí, mientras mis manos bajaban a tu cinturón y te lo desabrochaba. Te fui bajando el pantalón con tu ayuda, hasta que te quedaste en bóxer. Me echaste encima de la cama y me sacaste el pantalón sin dejar de sonreír. Te pusiste encima de mía y comenzaste a acariciarme lentamente, llegando a mi espalda, para desabrocharme el broche del sujetador y tirarlo al suelo sin fijarte donde, y después comenzaste a besar lentamente mi cuerpo, de la cabeza a los pies, y en un momento, me desnudaste por completo, haciendo tú lo mismo. Me estiré y cogí un condón de la mesita, y me apuré a ponértelo, y entraste en mi tan rápidamente que tuve que cerrar los ojos y morderme el labio para no gritar de placer. Te quedaste quieto con tus manos en mi trasero impidiendo que me moviera.
- Abre los ojos Natalia.
Los abrí y vi tu cara sonriente, con los ojos brillantes. Te moviste lentamente hacia atrás, provocándome un escalofrío y un gemido, pero continué mirándote fijamente.
- Te amo pequeña. Joder, como te amo.
Y empezaste a moverte sin pausa, apurando más cada vez, haciendo que de mi boca salieran miles de gemidos. Y de repente, sentí tu mano en donde estábamos unidos, acariciándome lentamente, y me dejé llevar por el éxtasis, uniéndote tu momentos después. Nos quedamos acostados entre las sábanas, tú con tus manos en mi cintura, las mías en tu cuello, y nuestras piernas entrelazadas.
- No sé como decírtelo Álex.
- Lo que?
- Que te quiero, para que suene tan especial como cuando me lo has dicho tu.
- Ya lo acabas de hacer.
- Pero no ha sido especial.
- Todo lo que tú hagas, o digas, será especial para mi pequeña.
Y me besaste suavemente, recorriendo mis labios con los tuyos como un simple roce.
Nos pasamos media mañana en la cama, entre susurros, caricias y sonrisas hasta que te levantaste, te vestiste, y caminaste hasta la cocina con una sonrisa picarona. Me vestí con lo primero que encontré en el armario y fui a mirar que hacías. Y allí estabas preparándome un café con las flores que habían quedado olvidadas colocadas encima de la mesa.
- Desayuno a media mañana y paseo por la ciudad, que dices?
- Si quiero! – te contesté entre risas.
- Oh, soy el hombre más feliz del mundo.
Y entre bromas, nos preparamos para salir, apagué las luces, y entramos en el ascensor.

1 comentario:

  1. OUW, joder tia, que un poco más y me pones cachonda joder, me encanta esta pareja. me encanta.
    Te quiero(L)

    ResponderEliminar